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El surcoreano Byung-Chul Han da un giro a su pensamiento en su nuevo libro 'El espíritu de la esperanza'

21/02/2024 - NoticiasClave.net

Byung-Chul Han da un giro a su pensamiento en su nuevo libro 'El espíritu de la esperanza'

Hasta ahora, los libros del pensador surcoreano afincado en Alemania Byung Chul-Han, han sido vistos como análisis certeros de males que el neocapitalismo inflige a nuestra sociedad. Así, la progresiva extinción de lo otro y la proliferación de lo igual (La expulsión de lo distinto), la pérdida de los rituales (La desaparición de los rituales) y de las narraciones que mantienen a una comunidad cohesionada (La crisis de la narración), y la aparición de sistemas de sometimiento seductores que aceptamos con gozo, por los cuales cada cual ejerce de patrón encargado de explotarse a sí mismo (La sociedad del cansancio).

Que Han publique un libro sobre la esperanza abre una nueva línea en su pensamiento. La contradicción aparente es explicada por el propio Byung-Chul Han con una imagen: "Desesperación y esperanza son como valle y montaña. La negatividad de la desesperación es inherente a la esperanza". De esta forma, El espíritu de la esperanza (que se editará el 19 de marzo en España, a través de Herder) representa un giro en la filosofía del autor.

Para Han, el tópico del apocalipsis es uno de los grandes fetiches del imaginario contemporáneo. Nuevos virus, multitud de conflictos bélicos, inteligencias artificiales amenazantes y un ecosistema herido de gravedad; sobran motivos para la desesperación, y el miedo nos disgrega, nos paraliza y amenaza nuestras democracias. ¿Cómo puede reivindicarse, en tiempos como estos, el espíritu de la esperanza?

Esperanza frente al miedo y al margen del optimismo

Confundimos optimismo con esperanza y el autor señala que el optimismo carece de negatividad, es puramente positivo. A ojos del optimista, el futuro no es más que una prolongación del presente. Solo imagina lo que ya existe, por lo que representa un tiempo cerrado. El optimismo se tiene sin más como algo obvio, y el optimista no arriesga nada.

Por el contrario, la esperanza hay que conquistarla, exige el dolor de un alumbramiento, nace de la desesperación. Supone "un movimiento de búsqueda […] hacia lo abierto, hacia lo que todavía no es, porque no se queda ni en lo ya sido ni en lo que ya es. […] Sale en busca de lo nuevo, de lo totalmente distinto, de lo que jamás ha existido".  Ahí está, dentro del giro que representa, el vínculo de El espíritu de la esperanza con la obra anterior de Han. El presente adolece de males severos: necesita un cambio radical, y solo puede proporcionarlo la esperanza.

La crítica más habitual a la esperanza es la de que conduce a la pasividad, a la inacción. Sin embargo, para Han es justamente lo contrario. Lo que inhabilita tanto la acción como la palabra es el miedo. Quien tiene miedo "es incapaz de narrar" y entra en estado de parálisis. "La esperanza», en cambio, es elocuente, y ofrece un sentido para actuar en la doble acepción de la palabra: da una razón y una dirección. Cabe recordar la distinción que hacía Unamuno entre aguardar y esperar. El que aguarda se queda en su casa, pero el que espera —el que tiene esperanza— sale y actúa para que ocurra lo esperado, aunque aún no sepa lo que es.

Diálogo con Amselm Kiefer

El discurso de Han sobre la esperanza se ve enriquecido en este libro por el diálogo con las obras de Anselm Kiefer. Esta inclusión es el fruto de una colaboración directa entre el pensador surcoreano y el artista alemán. No es que Kiefer haya realizado las obras con motivo del libro de Han, sino que ambos han realizado conjuntamente la selección.

Las pinturas matéricas, las instalaciones y los collages de Kiefer no se dirían esperanzadores. Tienen un aire devastado, y sus elementos positivos no se desmarcan de una apariencia y un fondo de negatividad. Pero esa es la razón por la que Han y Kiefer las han seleccionado para dialogar con el texto. La esperanza de Han abraza la negatividad, nace de la desesperación, y su aspecto no puede ser limpio y reluciente. Ha de estar manchada con los restos del derrumbe, el incendio, la catástrofe; con las pruebas del dolor, igual que lo está un recién nacido con la sangre del parto.

 
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