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Miquel Àngel Sancho: 'Yo no soy músico, pero me he entregado a la música como si lo fuera'

30/09/2020 - Yanni Munujos / NoticiasClave.net

Miquel Àngel Sancho: 'Yo no soy músico, pero me he entregado a la música como si lo fuera'Miquel Àngel Sancho en su despacho. En el 'slider', Sancho junto a Toni Vives, responsable de la tienda Xocolat. Fotos: © Juan Miguel Morales.

Xocolat es calma, la calma por la que popularmente se conoce la isla de Mallorca. Y el único establecimiento de los casi veinticinco que existían en Baleares hace dos décadas, que vende discos a diario. Su interior es un ir y venir de gentes interesadas por los últimos lanzamientos en vinilo o por la biografía más reciente de su cantante predilecto. Visitarlo es un respiro, una tregua entre tanta noticia desesperanzadora, un oasis que consigue que uno se olvide de lo ajeno con placidez, mientras se pierde entre incontables referencias musicales.

Al final de la cafetería, tras un pequeño escenario que acoge presentaciones en vivo, la puerta entreabierta de la oficina de Miquel Àngel Sancho, su fundador y propietario, le resguarda del desfile de caras que esperan mejorar el ánimo si hay luz en el interior. Y es que no es de extrañar que uno coincida una mañana cualquiera entre las paredes de este santuario de la música en Palma, con el promotor que acude en busca de complicidad para su próximo evento, con el editor o gestor cultural que necesita la voz de la experiencia para su proyecto, o con el artista preocupado que se da un alto en las calles de la ciudad en busca de paz. 

Sancho es una persona afable que gentilmente atiende a todos. Ha sabido ganarse la confianza de muchos desde la serenidad y la moderación. Trabajando en la industria cultural que define como hermosa, desde una vertiente polifacética y heterogénea, con tenacidad y consistencia. Con entereza. Con precisión en el presente y fijación en lo que vendrá. Con sensatez, pero con la sólida convicción de que más allá del covid-19 habrá vida en el sector. 

Es un gran conversador, propenso al anecdotario, y agudo y perspicaz en la narración. Fundador y director de Blau Produccions, presidente y accionista mayoritario de Discmedi, es sagaz e intuitivo en los negocios. Y a continuación nos revela como frente al cierre de negocios, víctimas de la segunda ola de rebrotes en la pandemia que amenaza a nuestro mundo tal y como lo conocíamos hasta hoy, decide rodearse de nuevos profesionales para crear junto a su equipo habitual en Xocolat, un plató de televisión —donde hasta hace poco servían desayunos— para programar conciertos online, y una nueva emisora musical que bautiza como Xocolat Radio.

—¿Cuál es el estado de la industria discográfica en tiempos de coronavirus? ¿Es posible seguir editando y vendiendo discos tras siete meses de pandemia?

—Hay quién dice que la situación es de posguerra. Yo creo que no. La historia nos enseña que los tiempos de posguerra son propensos a convertirse en fundamentos de nuevos comienzos que suelen proyectar con potencia el resurgir cultural, en cambio en estos momentos está todo en coma. El virus tiene un efecto negativo altísimo para la cultura y para la música. Obviamente también para la industria del disco. Y en especial para el creador.

—El crítico musical Jordi Bianciotto decía el otro día que aun así, el disco sigue siendo imprescindible en la trayectoria de un artista. La mayoría de los medios siguen recibiéndolo como tarjeta de presentación.

—El creador es el más afectado. Si la industria cae, no hay caminos para proyectar su obra. Y sin su obra, la vertiente tecnológica, los estudios de grabación, los profesionales de la técnica y la mezcla, los canales de distribución físicos y digitales, y la venta al cliente pierden sentido. No son momentos fáciles para el sector.

—¿Qué sugiere? ¿Cuál es la fórmula para que todos a los que cita sigan trabajando?

—Hay que mirar hacia adelante. Saber escoger más que nunca lo que se lleva a cabo y lo que se aplaza o se desestima. Saber estudiar a fondo como desarrollarlo económicamente. No podemos instalarnos en la idea de un futuro oscuro o inexistente porque no haremos nada. Debemos proyectar y trabajar a corto plazo. No mirar más allá de un mes o dos.

—Esa determinación con la que habla, ¿le ha acompañado desde siempre? ¿Ya en los comienzos?

—Mis primeros salarios de adolescencia ya me los dejaba en discos, elepés, casetes, singles... Y en cuanto pude abrí una tienda de discos, entre otras cosas porque no encontraba en ningún otro lugar la música que a mí me gustaba. Así que llegué al sector poniendo una tienda pequeña y vendiendo discos.

—¿Cómo lo consiguió? 

—Viajé en varias ocasiones a Inglaterra y a Holanda. En Londres descubrí unos establecimientos pequeñitos dedicados exclusivamente a un único género musical. Encontré un local en Palma que me pareció interesante y abrí el primer Xocolat que años más tarde se trasladó de domicilio porque ya no cabíamos. Subí la persiana de esa primera tienda solamente con 300 discos de jazz y de salsa, básicamente porque no había locales especializados en esos géneros.

— Parece fácil, o así lo cuenta.

—Trabajamos muchísimo. Pero eran otros tiempos. Tuvimos la suerte de que con el surgir de la movida nacieron las discográficas independientes. Esto nos dio argumentos. Constatamos que éramos necesarios.

JOAN BIBILONI Y BLAU

—Y al poco tiempo se convirtió en compañía de discos.

—Por Xocolat, ya en los primeros años, pasaban músicos y cantantes. Conocí a Joan Bibiloni, entablamos amistad y me convenció para llevar a cabo la grabación de 'Joana Lluna', un disco que con los años es considerado referencial. Buscábamos una compañía de discos que nos lo produjera y publicara. Fuimos a muchas. Recuerdo que pasamos por CBS. Y por EDIGSA, donde hablamos con Joan Carles Doval. Todo con el que nos cruzábamos elogiaba el disco pero no lográbamos que nadie apostara. Así que finalmente decidimos crear nuestro propio sello discográfico. Así nació Blau. Después llegaron Jorge Pardo, Tomeu Penya, Música Nostra, Toni Morlà… y hasta las ochocientas referencias que hoy forman el catálogo.

—Abrió su tienda, fundó su sello... y después le conocimos como promotor. ¿Cómo se define usted?

—Me defino como un vendedor de discos con pretensiones (se ríe)… Cuando Xocolat y Blau ya gozaban de buena salud, conocí a Mario Pacheco que me involucró en organizar el primer concierto de Keith Jarrett en Palma. Ese fue mi bautizo como promotor. A partir de ahí produje decenas de conciertos. Con Jarrett repetimos varias veces, al igual que con Van Morrison, al que trajimos en siete ocasiones al Auditórium de Palma.

—Escuchándole, afirmaría que a veces se es artista en la música sin necesidad de salir al escenario.

—Yo no diría tanto. Aunque sí es cierto que me he dedicado a todas las vertientes y quehaceres en la música y a todos los palos que culminan en la escena. Yo no soy músico, pero me he entregado a la música como si lo fuera. Muchas referencias discográficas, conciertos y producciones especiales las pensé primero, tratando después de rodearme siempre de buenos profesionales en cada campo para llevarlos a cabo.

—En cualquier caso usted ha logrado que Xocolat haya sobrevivido —convertida en una gran tienda de música— al cierre al que se han visto abocadas las demás. ¿Cuál es su secreto para no sucumbir?

—He tenido la dicha de dedicarme a lo que me gusta y a poder vivir de ello. No sé hacer otra cosa. Y la gran suerte de contar con personas a mi alrededor con las que nos hemos entendido siempre. Toni Vives, que además de ser mi socio es mi cuñado, es el alma de la tienda. Los metros y metros de pasillos de estantes de vinilos y compactos que tenemos para goce del cliente, son sus dominios. Cuando a menudo escucho a alguien afirmar 'Miquel Àngel seguro que me recomendará un buen álbum o ese DVD, me río en mis adentros... ¿cómo se fían del abuelo Sancho? Toni sabe todo lo que hay que saber. Y es quien recomienda.

En Barcelona además tengo un buen amigo, Àlex Eslava, que también es mi socio. Con él sacamos adelante el proyecto discográfico Discmedi, que a mi parecer es emblemático en la industria. La sinergia entre ambos ha sido decisiva todos estos años para la buena marcha del negocio. 

Y luego está mi hija Ana que es la cara más amable de Blau y Xocolat. Ana trabaja hace años conmigo y todo apunta que continuará el negocio. Ha heredado la vocación y la ilusión que yo tenía en los primeros años. Y, aunque quizás hoy en día es menos sólido que otros sectores, le gusta este mundo, le entusiasma. Muchos artistas ya no se dirigen a mí, ya buscan desde un principio a Anita, y es que en según que asuntos mejor tenerla a ella al mando. Yo tengo las nociones mínimas de plataformas digitales como Spotify o iTunes. Ana ha incorporado las dimensiones y los límites del universo del disco en la actualidad. Le ha dado un cariz más moderno a la empresa, potenciando una vertiente tecnológica que nos faltaba. Es una pieza clave en los nuevos retos que ahora iniciamos. Debemos adaptarnos a los nuevos tiempos y ella es la impulsora.

XOCOLAT RÀDIO

—¿Cuáles son esos retos para sobrevivir a la actual y enésima crisis del sector?

—Nuestro nuevo proyecto se llama Xocolat Ràdio y es una emisora que emite las veinticuatro horas por internet. Paralelamente inauguraremos en breve un canal de televisión en streaming convirtiendo lo que hasta hace pocos días era la cafetería de Xocolat en un plató fijo de televisión.

—A eso se le llama renovarse o morir. ¡Enhorabuena! Resulta cuanto menos prometedor. 

—Xocolat Ràdio es una emisora donde suena música de todo el mundo. Nace como una ventana abierta a las músicas huérfanas que nadie radia. Cuando digo nadie, es absolutamente nadie. Ni siquiera Radio 3. Desde Xocolat apostamos por una radiofórmula sin complejos donde se escuchan por ejemplo a grupos y cantantes griegos, italianos o del norte de África, junto a lo más novedoso del norte de Europa, pero también una balada poco conocida de Bruce Springsteen o lo casi nunca o nunca radiado de Amaral, de Victor Uris o de Ocults. Por otro lado, cerramos la cafetería y el espacio que ocupaba lo convertimos en un plató de televisión. Un espacio fijo donde hacer conciertos en directo para que puedan ser visionados en streaming desde cualquier lugar del mundo. El objetivo es el de conseguir una buena proyección de los creadores y su obra, trabajando en profundidad la promoción de las retransmisiones.

—¿Estas iniciativas las diseñan en clave de negocio? ¿Llegarán a ser rentables?

—En el caso de la televisión, primeramente queremos crear el hábito para que después uno pueda ver en concierto, por ejemplo, a un grupo que cuente con muchos seguidores en distintos lugares, pongamos el caso de La Granja, y que la retransmisión del concierto se acompañe de una charla para darle al evento un formato más cercano y económico para el que lo consuma. Quizás sea un modelo a continuar paralelamente en otros lugares con algo más de capacidad para público, pero de acuerdo a las limitaciones actuales en cuanto a concentraciones colectivas. Es un proyecto que requiere su tiempo. Estamos muy ilusionados y contamos con profesionales muy preparados del ámbito del audiovisual y de las llamadas nuevas plataformas. Por su lado Xocolat Ràdio ya emite en un primer período de pruebas.

—Cuando la crisis de 2008, tras la aparición de las plataformas digitales y del top manta, ustedes ya reinventaron Xocolat con la apertura de la cafetería y los conciertos de los viernes. En la actualidad, y pese a constatar que los vinilos han regresado al mercado con un ritmo de ventas vertiginoso, emprenden nuevos proyectos en plena crisis sanitaria y cambian nuevamente de ciclo y entran en una tercera etapa. ¿Nunca pensó en cerrar? 

—Es verdad que entramos en una tercera etapa, básicamente pensando en que coincide con mi llegada a la tercera edad... (ambos soltamos unas carcajadas, para acto seguido, recuperando una cierta solemnidad, afirmar reflexivo): Nunca pensé en cerrar. Cuando la crisis de 2008, un propietario importante de una gran cadena de tiendas de discos, me decía que él andaba ya cerrando algunos locales y me soltó que me fuera preparando; a lo que le respondí: Tú cerrarás todos tus locales pero Xocolat seguirá abierto, convertido en una boutique. Y así mismo es. Sin querer resultar petulante, puedo afirmar que lo logré. Hoy somos más boutique que nunca. Nos caracteriza el trato cercano y directo con toda persona que acude a la tienda, donde encuentra a Toni al pie del cañón y como gran conocedor y experto en aquello que consulta y necesita, y con una oferta que evoluciona.

"XOCOLAT DA LA BIENVENIDA A EL CORTE INGLÉS"

—Y además sin competencia

—Queda un rinconcito de discos en El Corte Inglés de Palma. Y la Fnac ha abierto sección a doscientos metros de donde estamos nosotros. Yo les organicé y produje los conciertos de inauguración en la apertura de la sección de música y discos en la Fnac. Y es que a mí también me interesa que mis discos (los de Blau) estén expuestos en los escaparates de la Fnac. Cuando abrió El Corte Inglés hace veinticinco años, la gente nos decía que se nos terminaba el negocio. Yo no lo veía así. Y decidí contratar dos anuncios a toda página, gastándome un buen dinero, en las contraportadas del Diario de Mallorca y de Ultima hora que decía: Xocolat da la bienvenida a El Corte Inglés. A los pocos días recibí una carta muy amable de su director en la que nos agradecía el gesto, asegurando que esta era la competencia que sus grandes almacenes buscaban. Trabamos complicidad entre ambos. No recuerdo el número de firmas de discos que hemos organizado en El Corte Inglés de y con artistas editados por nosotros. Con absoluta normalidad me preguntan a menudo para cuando la próxima firma. Esta es mi posición frente a la competencia.

—Es usted hombre elegante y de consenso

—Debemos colaborar y realimentarnos entre nosotros para crecer y no desaparecer. Aunque lo parezca, el contrincante no lo es. Las compañías discográficas y las demás empresas del sector debemos ir de la mano para reforzar la industria cultural. Cuando a mí me dicen que pertenezco a la industria y no a la cultura, les respondo ¿Y qué hay de los contenidos, quién los hace? La industria cultural es hermosa en su proyección. No contamina. No consume territorio. Lo terrible es que no entra en el concepto de productividad que se tiene hoy en día en el mercado, y por eso no se la ayuda. Hay que visibilizar socialmente la importancia de la industria cultural.

LAS ISLAS SON ISLAS

—¿Qué tiene de singular la industria de la música en las Islas Baleares que contribuya a un buen resultado en su proyección?

—En las islas no se es balear. Se es mallorquín, menorquín, ibicenco o formenterense. Somos países muy distintos entre nosotros. En Ibiza había solamente una única tienda de discos que abría hasta las tres de la madrugada y que llegó a vender tres mil maxisingles diarios en los años dorados de la ruta discotequera, cuando no había caído la venda del vinilo ni existía aún la desaparición del soporte físico. En Menorca existe una cultura musical más arraigada desde hace muchísimos años. La primera temporada de ópera en España nació en el Teatro Principal de Maó bajo la tutela de Joan Pons. Tiene a favor los cien años en los que fueron ingleses. Son más pragmáticos. Recuerdo que cuando presentamos allí a la joven Joana Pons en concierto, les mandé afiches para encartelar las paredes de Ciutadella, y al recibirlos me dijeron: ¿Qué haces? ¿Tú crees que esto es Mallorca? (se ríe mientras lo cuenta). En Menorca hay sentir ecologista, y tener cultura de conservación del patrimonio. En estos últimos años las Baleares arden en cuanto a creatividad.

En Mallorca surgen nuevas y buenas voces que poco a poco asoman la cabeza al mercado. Pero cada vez es más difícil lograr el impacto y darse a conocer. El hecho de que estemos poco conectados entre nosotros, no ayuda. Deberíamos mezclarnos e intercambiar más nuestras idiosincrasias. En Formentera y en Ibiza, por ejemplo, hay una actividad que antes no la encontrabas y sin embargo los referentes siguen siendo Aires Formenterencs y Uc. En Menorca, Cris Juanico. Todos grandes artistas y queridos por la gente, que merecen todo mi reconocimiento y el de cualquiera que ame a su música y a su cultura.

—Eso sucede también en los distintos territorios de la península.

Los territorios no se comunican entre sí. Cuando produzco o edito un disco jamás pienso a que territorio va dirigido. A mí me gustaría que los discos de Blau en catalán se distribuyeran con normalidad en cualquier lugar del mundo, del mismo modo en que nosotros distribuimos catálogo en portugués, castellano e inglés por distintos países de Europa. A propósito de las Baleares, cabe señalar que Maria del Mar Bonet ha conseguido bajo licencias tanto de compañías independientes como de multinacionales, que sus discos se encuentren en Argentina y Cuba, y expuestos de manera natural en puntos de escucha de los grandes almacenes en Tokio y en Montreal, junto a los de Ray Cooder. Y sin embargo en España he tenido grandes dificultades para programar Antònia Font, por ejemplo en la SER a nivel nacional, o en la MTV donde había la consigna de que la música en catalán no entrara en su parrilla de vídeos. Yo fui miembro de la Unión de Compañías independientes (UCI ), y aún siendo su portavoz en los congresos que hacíamos ocasionalmente en Madrid, no conseguía dejar de ser anunciado literalmente en cuanto me daban la palabra, como el representante de la periferia. Y yo en realidad la única cosa que tengo clara es que la música no tiene fronteras. Ponerlas es algo que jamás comprenderé.

—En muchas casas de distintos lugares de Europa y gracias al trabajo que ustedes han realizado, tenemos entre nuestra discografía la obra completa de la gran Elis Regina, o las célebres y legendarias grabaciones en La Fusa, lo más referencial del catálogo de la música popular y contemporánea de Brasil.

—Con Àlex Eslava asistíamos al Womex y viajábamos cada año al MIDEM de Cannes. Allí conocimos al añorado productor argentino Alfredo Radozynski, creador del sello discográfico Trova y responsable de los discos de los grandes Astor Piazolla y The Luthiers. Él inventó y produjo los dos álbumes legendarios (julio de 1970–enero de 1971) que contienen los conciertos en vivo de Vinicius de Moraes en La Fusa, junto al guitarrista Toquinho y las cantantes Maria Creuza y Maria Bethania. Con Radozynski hubo feeling. Llegamos a un acuerdo para trabajar en Europa con estas referencias, junto a la obra del gran Tom Jobim, del que también firmaba la producción. Fredo nos puso en contacto con la editora Discoito Fino, que satisfecha con nuestra tarea en Europa con los discos de La Fusa, nos cedió las grabaciones de la llamada reina de la canción Elis Regina y de los aclamados The Luthiers para su distribución en Francia, España y Portugal.

—Imagino que la experiencia les abrió puertas en los años siguientes.

—Fue una punta de lanza de lo que vino a continuación. El fundador estadounidense y jefe del sello discográfico de blues independiente Alligator Records, en Chicago, Bruce Iglauer, se fijó en nuestra labor, y decidió también licenciar a Discmedi su prestigioso catálogo para trabajarlo en Europa.

—Ahora que lo dice, recuerdo un concierto de celebración del veinte aniversario del sello Alligator Records en las carpas del Port Vell de Barcelona, en el Musicarium, en el Festival Grec de 1996. Recuerdo a la legendaria Koko Taylor encabezando el cartel de la velada. Y a un joven y entusiasmado Àlex Eslava al frente de la producción.

—Yo figuro como presidente de Discmedi. Ser presidente es como no existir (sonríe). Àlex Eslava es Discmedi y Discmedi es Àlex Eslava. Dirige nuestra compañía desde hace muchísimos años con entrega absoluta y una dedicación admirable. Es un gran gestor del sello discográfico. Nuestro vínculo viene de muy lejos. Yo conocía a Àlex de cuando su época hippie en Mallorca. Àlex iba y venía de un lado a otro alternando trabajos y siempre pensé que era alguien singular. En Blau habíamos lanzado ya algunos discos de artistas catalanes, Detectors, N’Gai N’Gai, Miquel Pujadó... Pensé en Àlex cuando llegó el momento de tener una sede en Barcelona para ese mercado. Fundamos Discmedi entre siete socios. Hoy somos cuatro. Sin Àlex al timón de la compañía es imposible pensar en el crecimiento y la progresión imparable que realizamos.

'CUBA LE CANTA A SERRAT'

—Brasil, Argentina, Estados Unidos… finalmente llegaron a Cuba. Allí se lució usted capitaneando desde el embrión la aclamada producción 'Cuba le canta a Serrat'.

—Los años en Cuba han sido los mejores de mi trayectoria profesional. Cuba no se parece a ningún otro lugar del mundo. La relación de sus gentes con la música así como el valor, el respeto y la consideración hacia sus artistas, es algo que jamás he visto en ninguna otra parte. En Cuba la música es el trono de la cultura. Los artistas son a diario el centro de las conversaciones entre los habitantes en las calles de sus pueblos y ciudades. Hay una tradición del buen hacer en los estudios de grabación y en todas las vertientes en el campo de la producción, envidiable. El productor Joan Surribas estuvo durante meses a caballo entre La Habana y Barcelona, al mando de la aventura ya desde sus comienzos. Corría el año 2002 cuando el percusionista cubano Imanol Ortiz lideraba entonces el grupo Somos amigos en Cuba, y con el propósito de entregar una primera maqueta del disco para su posible edición en Europa, contactó con Surribas cuando este se encontraba en La Habana junto a Moncho, terminando la producción de su álbum 'Inolvidablemente'. Entre las canciones de Ortiz había una versión de 'Aquellas pequeñas cosas' de Joan Manuel Serrat que en seguida me llamó la atención. Es maravilloso comprobar como Cuba incorporó ya en los setenta a Serrat como si este fuera uno de ellos. Sus textos les son tremendamente familiares y sus melodías tienen una singular y sorprendente tonalidad caribeña. Ahí nació la idea de que los grandes de Cuba le cantaran en un disco. Comenzaba una quimera.

—Un sueño que se hizo realidad. Les nominaron incluso a los Latin Grammy.

—Una locura. Había jornadas en que teníamos tres estudios funcionando a la vez con, por ejemplo, Omara Portuondo, Pancho Amat y la Orquesta Aragón, cada uno grabando en un rincón distinto de la ciudad. Todos los participantes tenían su canción preferida y contaban anécdotas biográficas del vínculo emocional de cada uno de ellos con las canciones del cantautor. Grabaron los maestros, auténticas leyendas de la historia de la música cubana contemporánea. Algunos, Ibrahim Ferrer, Pío Leyva o Tata Güinnes ya no están entre nosotros. El mismo Imanol Ortiz que de algún modo plantó la semilla artística del proyecto, falleció en accidente de tráfico en las calles de La Habana en 2011 con solo cincuenta y un años. Me involucré muy directamente en la gestación del disco. Íbamos a casa de Silvio Rodríguez, o a la de Pablo Milanés, mientras ellos grababan su colaboración en el disco. Compartimos muchísimas horas con Frank Fernández, con Chucho Valdés, con La Charanga Habanera y con Pupy y los que son Son.

—A los pocos meses lanzaron 'Cuba le canta a Serrat 2'.

—El proyecto había sido rentable. El éxito nos acompañó. Y grandes estrellas como Los Van Van, José Luis Cortés El Tosco o Adalberto y Enrique Álvarez habían quedado fuera del doble álbum. Gente como Aguaje Ramos, Cachaíto López y Guajiro Mirabal del Buenavista Social Club, maestros como José María Vitier y Carlos Varela. Eran tantos… Santiago Feliu, X Alfonso, Buena Fe, Lissy Álvarez... Todos con ganas y entusiasmo. Así que decidimos completar la aventura.

—El diario El País publicó en 2007: La presentación del disco de Serrat en Cuba acaba a tortazos.

—Alquilé un gran salón en el Hotel Habana Libre. Organizamos una gran presentación para la prensa. Habían más de cien periodistas acreditados de los medios de toda Cuba. Asistieron también todos los artistas participantes del disco. Todo fluyó bien hasta que se me ocurrió anunciar que teníamos ejemplares para los asistentes que entregaríamos ordenadamente al finalizar la conferencia. Lo que a continuación ocurrió era previsible y evitable, pero me cogió desprevenido. Solamente recuerdo a Joan Surribas con tanta gente encima de él arrancándole los discos amontonados entre sus manos y brazos, que la presión y la fuerza de esa marabunta terminaron por levantarlo metros del suelo como si trepara por la pared. (ríe mucho)... A los que entregábamos discos no se nos veía por la cantidad de personas que teníamos encima. Nos buscábamos la mirada entre las piernas de los periodistas, incrédulos y, aunque despeinados, con la formalidad del que trata de no perder las formas... (sigue riendo). Finalmente cuando nos reincorporamos quisimos comer algo para tranquilizarnos pero no quedaba nada. A los que amamos Cuba es algo que nos resulta entrañable, y nos parece hasta bien (sonríe con ternura). Se habían marchado todos  porque probablemente la mayoría tenía que apañárselas con el transporte para llegar a su casa. El pueblo cubano es admirable. Su alegría se contagia. Se extraña. En Cuba puede ocurrirte cualquier cosa.

Recuerdo que en una ocasión me llamó mi amigo y maestro Antoni Parera Fons, muerto de la risa y diciéndome: Miquel Àngel, estoy harto de verte a cada momento en el Canal Internacional dando mítines por televisión en el malecón de La Habana. Y es que me filmaron por azar preguntándome no se qué en uno de mis añorados paseos matinales junto al mar, un amanecer que coincidió con un discurso de Fidel frente a la embajada americana. Les gusté, y me sacaban continuamente. Una etapa inolvidable. No he regresado nunca por gran temor a no reconocer a la Cuba que dejé.

MÉXICO

—En estos últimos tiempos se le ha visto por México.

—Me impresionó la forma de cantar de Bruno Sotos en uno de los conciertos de los viernes en Xocolat. Su actitud luminosa y carente de impostación en la comunicación con el público, atravesándolo con la honestidad con su sonrisa. Me lo llevé al despacho de inmediato y empecé a hablarle del disco. Lo publicamos y después, sin consultármelo, se presentó al programa Got Talent, en Tele 5, y a Risto Mejide le saltaron las lágrimas al escucharlo. Tras una firma de contrato con Sony Music y con la complicidad de Warner —con quien gestionamos habitualmente la editorial de los artistas de Blau—, las circunstancias me llevaron a tener que pedir la carta de libertad del artista a la compañía. Sin embargo, Bruno empezó a sumar miles y miles de seguidores de alguna de sus canciones a través de las redes sociales desde distintos lugares de América, con especial incidencia en México. Y a los pocos meses estábamos ya en Monterrey abriendo una gira a voz y guitarra, por siete ciudades mexicanas en salas de pequeño y mediano aforo. Conversando con el promotor del primer concierto le comenté de manera informal que yo había tenido un número uno en las listas de México años atrás. Me preguntó con qué disco. A lo que yo le respondí 'Cuba le canta a Serrat'. Su reacción fue ¿tú lo produjiste? Se levantó abrazándome, con exclamaciones de sorpresa y vítores. Bruno agotó los tickets en todas las ciudades y cuándo llegábamos a la sala Ojalá en la Ciudad de México, el promotor nos recibió con las canciones del 'Cuba le canta a Serrat'. Corrió la voz entre los promotores mexicanos. Después saltamos a Argentina para conciertos en Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Y todo vendido.

—Sorprende que a un mallorquín de Andratx le sea más fácil girar en América que en España. ¿Cuáles son los siguientes pasos?

—México es, de Latinoamerica, donde menos estragos ha causado el covid-19 en el mercado. Es nuestro objetivo. Con Bruno Granados, el mánager personal de Ricky Martin, hemos entablado una buena amistad. Escuchó a Bruno y se entusiasmó. No deja de repetirme lo importante que es sacar partido al recorrido hecho en México y continuarlo. Teníamos una nueva gira programada para este mes que comienza, pero com en todas las partes del mundo se ha cancelado por el virus. Esto no ayuda. Su progresión artística, Bruno se la debe a las redes. A Facebook, a Instagram y a Youtube. Uno se pregunta sin embargo como es posible que con más de dos millones de reproducciones en Spotify, esto no conlleve la conquista de más público demandando más conciertos. Al final te das cuenta de que aunque la presencia en las redes hoy en día es determinante, no tiene porque traducirse en lograr lo que uno busca. Y sin un empuje de una gran multinacional detrás apoyando el proyecto, sigue siendo muy difícil dar el gran salto.

Estando muy atento a todo lo que nos ha contado, casi me atrevería a decirle que lo logrará. Y le pido un favor. No se vaya de Mallorca. Le necesitamos. Buena suerte.

Sancho me cuenta con satisfacción los años en que se hizo el milagro, con la complicidad de su amigo, el músico y compositor Antoni Parera Fons, cuando el gran barítono Joan Pons confió siete discos de su obra a Blau. Ese artista inmenso, que posee el récord de aplausos (más de cuarenta minutos) en el Carnegie Hall y que estrenando óperas en NewYork, añoraba los desayunos en el Casino de Ciutadella con sus paisanos y amigos (señala que tiene una llamada perdida en su móvil de Parera Fons desde Zurich). Es uno de los mejores amigos que tengo. Le ha dado una categoría muy alta al sello trayéndonos sus producciones con Jaume Aragall y Josep Carreras. Es un grandísimo productor y una gran persona.

Entre vinilos, recuerda el salto que dio la compañía en sus primeros años cuando Tomeu Penya vendió diez mil discos en tres meses alumbrando el convencimiento de que la empresa gozaría de futuro. Tomeu y yo hemos estado en contacto telefónico continuo durante el confinamiento. Contándonos que comíamos hoy o que haríamos al atardecer. Me habla de cómo Miquela Lladó contribuyó a desempolvar el ball de bot en Mallorca. Esa tradición se asociaba a los coros y danzas con cierta caspa de la TVE de la época y Música Nostra llegó para que las y los jóvenes de la isla lo bailaran en pantalón tejano. Me revela que si Joan Bibiloni hubiera dejado los caballos a un lado y siguiera en Califórnia sería mundialmente famoso. Es el mejor en su género. Es un artista enorme. La producción que hizo del disco de Antonio Vega es algo que no está al alcance de casi nadie. Es un gran amigo mío. Hablamos a diario.

Sancho afirma que Joan Ramon Bonet tendría que haber grabado más discos antes de dejar la música. Su legado es un único disco en el que todas las canciones son extraordinarias. Además forma parte de mi banda sonora vivencial. A los trece años me apunté a un campamento escolta y cada mañana nuestro cabo nos despertaba con su canción ‘Alça la cara’. Es un ser entrañable, que se te abre poco a poco y llegas a cogerle un gran afecto. Un referente en Palma para muchos, incluso más allá de lo musical. 

La colección de nombres continúa y dura horas, Cap pela, Andreu Riera, Guillem Samsó, Joan Miquel Oliver...

Es fascinante la pasión con la que Miquel Àngel se refiere a sus artistas. Emociona cómo desde sus raíces diarias en la mesa de su despacho en Xocolat, este melómano emprendedor que a los veinte años puso una tiendecita en las calles de Palma, llegara incluso a fundar un subsello discográfico, Zún Zún Records, para dinamizar la música cubana en el mundo, como cuando antaño los mallorquines partían a hacer las Américas. En su caso, de Mallorca al mundo pero siempre con billete de regreso.

Que la luz de su oficina no se apague.

 
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